Ayer estaba en el baño, me lavaba la cara. El agua estaba helada y mis manos se ponían moradas al cabo de un rato. Se sentía como si me quemara, sin embargo, eso ya era algo a lo que estaba acostumbrada, al dolor. Era mi momento de paz, todo el día había estado bastante saturado porque tenía que hacer mis labores diarias, escolares y soportarme a mí misma. Era la media noche, el justo momento donde a diario salía de mi cuarto para relajarme en el baño. Estaba sola con mi soledad, mi única compañía en toda la vida que nunca me había abandonado. Y no, no me molesta estar sola, aunque lo describa así, aunque a veces convivir conmigo misma por periodos de tiempo demasiado largos me saca de quicio.
Fue entonces cuando alcé la mirada, tenía gotas de agua nublando mi vista, pero alcancé a reconocer un pequeño animalito en los bordes del espejo. En otro momento hubiera gritado y corrido despavorido, pero estaba demasiado cansada como para hacerlo. Mientras me secaba el rostro me dediqué a mirar a la tierna araña, era de un color lindo y chillón como el naranja, del tamaño de una moneda de diez pesos. Venía bajando del techo con su increíble telaraña, danzaba entre la pared y su caída libre, de poquito a poquito. “¿Qué vendrá a hacer ahora” pensé? Quizás buscaba un nuevo hogar donde hacer su telaraña, o quería comida, lo que fuera que hicieran las arañas naranjas.
Le tenía respeto y al mismo tiempo miedo, porque después de todo era un animal. Y bueno, con los animales nunca vas a saber cómo reaccionarán en cualquier momento. Pueden ser totalmente impredecibles, y más tratándose de una araña solitaria, o bueno, una araña esteparia.
Me gusta el término “estepario” pues leyendo el libro de Herman Hess me pude percatar que hay demasiadas personas esteparias, no solo lobos, porque todos estamos hechos de uno o más animales eventualmente. Porque, a fin de cuentas, estepario es un ser vivo aislado que desprecia lo mundano y popular, pero que al mismo tiempo encuentra cierto carisma en ello mismo. Fue entonces cuando pensé que quizás una parte de mí era como la araña, porque lo que sé bien de ellas es que hacen todo por ellas mismas, no necesitan ayuda de nadie y se niegan a recibirla. Son calculadores y parece que en su interior no hay sentimientos, pero supongo que siempre tienen miedo. Quizás debería investigar un poco más acerca de las arañas, pues si en cierta parte soy una, debería entender cómo se sienten.
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