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miércoles, 26 de enero de 2022

Monólogo #04

 Miercoles 26 de Enero del 2022 

Debido a que ya está acabando el mes, y que el siguiente es Febrero recordé algunas cosas. Anteayer tuve una revelación divina, la cual me ha puesto en mi lugar… aunque ya van varios sucesos que me han hecho reflexionar. Decidí escribir esto antes de empezar con otros proyectos, puesto que mis propios monólogos me ayudan a soltarme más al escribir y a despejar mi mente. 


Hace ya casi un año tuve un sueño, y no cualquier clase de sueño, sino uno que quizás determinó mi futuro actual. En ese entonces me encontraba mal anímicamente y me refugiaba en la repostería. Llegué a hacer muchos pasteles, e incluso experimenté con nuevas recetas de estilo vegano, pero todo ello me hacía sentir mal. Cocinaba, pero no me comía nada de lo que preparaba, ni siquiera mi familia se atrevía a probar, puesto que no era de su agrado. Me sentía sola, y a veces era como si mi mundo se estuviera cayendo encima mío. 

Aquí he de hacer hincapié para explicarla frase “el mundo se me cae encima” aunque bien el “él mundo” puede ser sustituido por “mi mundo” Se refiere más que nada a esa sensación de pesadez que sueles sentir al lidiar con muchas cosas, o que es demasiado para ti. Véase como si te estuvieras ahogando, o quizás, el sentimiento de no saber resolver tus propios problemas que cada vez se hacen más grandes. 

Volviendo a lo anterior, describiré el sueño tal y como lo recuerdo. Aunque quizás ya no recuerde a lujo de detalle cada cosa debido al tiempo.  

Podría bien, iniciar en una fiesta bulliciosa el 14 de febrero. Celebrando lo que sería mi cumpleaños, cosa que es curiosa porque no nací un 14 de febrero, sino un 3 de mayo. Me encontraba en una cocina, de aquellas donde los electrodomésticos son muy modernos y de metal. Se podía ver que el horno, el microondas y demás gabinetes se encontraban empotrados en la pared. En medio, una pequeña islita me reunía con otra parte de mi alma. Sería para mí un poco difícil explicar a que me refiero, pero en palabras simples, me gusta dividirme en distintas personas que, fusionadas, crean a mi persona, a mi ser y a mi alma. Esta pequeña parte de mí se llama Melt, y me miraba feliz y alegre. Creo que llevaba algo de lencería o algún traje un poco sexy. Ambas hablábamos de cómo íbamos a decorar el espacio, refiriéndose a la cocina. Se levantó, y moviendo sus caderas sacó de un cajón unos cuantos globos, todos ellos de color morado; le ayudé a poner los adornos en la pared, decorando de manera estética el cuarto que era demasiado gris. Y antes de poder decir algo, la puerta se abrió, dejando entrar a mis pocos amigos de ese entonces. 

No recuerdo muy bien de qué hablaban o quiénes eran, pero parecían reir estrepitósamente al recordar un suceso del pasado. Me cantaron “las mañanitas” pero no me entregaron ningún pastel. Seguí ahí unos cuantos segundos hasta que el cansancio —dentro del propio sueño— me comenzó a invadir. De manera un tanto cómica, corrí a todos los que estaban allí para después salir por una puerta que se encontraba frente a la pequeña isla de en medio. Lo que había detrás de esa puerta era nada más y nada menos que mi cuarto de la vida real; estaba a oscuras, excepto por la luz de la lampara que estaba en la mesita de noche, y la luz de la luna que se colaba por la ventana. Era una copia exacta de mi cuarto, y hasta hoy no podría decir que había algo extraño o algún objeto que pertenecía únicamente a ese sueño. 

Me acosté directo a la cama y me dormí un poco, sin embargo, me desperté en medio de la madrugada. No había amanecido, pero tampoco se veía rastro del atardecer. Abrí los ojos sólo para notar que mi vista no enfocaba y que una presencia me observaba. Sonreí e intenté encender la luz que estaba a mi lado, pero mis manos se encontraban muy torpes y mi tacto se veía averiado por alguna razón. Al encender la luz, la mirada pesada de lo que me estuviera observando se intensificó. Intenté erguirme con todas mis fuerzas hasta que me senté sobre mí mismo. “Déjame verte” o “¿Quién eres” pude haber dicho, allí noté que una cabecita se asomaba en la esquina de la cama? Me acerqué hasta ese lado y observé un cuerpo, algo tenso y misterioso. “Ven aquí, quiero mirarte” La persona que allí se encontraba se estiró hasta toparse frente a mi rostro. Acuné su carita de aspecto aterciopelado, puse todo mi esfuerzo en poder enfocar mi vista, para poder apreciar cada detalle de su persona. Al verlo mi corazón se estrujaba y sentía cierta sensación de familiaridad… como si ya lo conociera desde antes.  

Tal como yo lo miraba con curiosidad y afecto, el me la devolvía con ojos de profundo amor. Pregunté su nombre, sin embargo, no me respondió; pero sí sé que quizás nos estuvimos mirando un buen rato, con nuestros rostros tan juntos… tan cercanos. 

Quizás me volví a dormir, o quizás me desmayé, sea como sea ahora me encontraba en la salida de mi escuela. Escuela en la cual nunca había ido tantas veces, puesto que la pandemia no me lo ha permitido. Llevaba mi uniforme y mi mochila, parecía que el clima era gélido y ventoso. Justo ahí vislumbre a la persona que había visto anteriormente, pero con mayor claridad. Vestía casual y juvenil, su cara aún así era tan familiar y al mismo tiempo tan borrosa. Usaba lentes y tenía el cabello castaño… tirándole a claro, un poco largo y ondulado—esto lo sé porque tengo mensajes explicando este sueño—. Esta vez me sentía más cercana a este ser, y se notaba que éramos algo, por la forma en la cual nos tratábamos. Caminábamos juntos a lo que parecía ser una tienda de regalos. Allí observamos por un buen rato la cosas, y yo, acercándome al mostrador, decidí regalarle un chocolate… porque era 14 de febrero. Saliendo del local se lo dí, observando su carita de felicidad y quizás de hambre. 

Así terminó el dichoso sueño, en el cual pude haber visto el futuro. 

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