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domingo, 4 de julio de 2021

Monologo #01

 Domingo 4 de Julio del 2021

Cuando era pequeña mi madre se dio cuenta de que tenía cierta debilidad en mis pulmones, y no hablo de debilidad respiratoria. Lo que pasaba fue que en la extraña conversión de infante a niño mis defensas dejaron de funcionar correctamente, haciendo que al menos me enfermara una vez a la semana.

Hoy me bañé con agua fría porque fui lo bastante floja como para asegurarme de que esté bien prendido el boiler. Y es que todos mis conocidos piensan que soy todo menos floja, pero sí, lo soy, es parte del paquete completo, junto con comer las cosas a trozos y golpearme con todos los muebles habidos y por haber.

La cosa es que me bañé con agua fría, a jicarazos porque ni en broma me meto de lleno a ese infierno. Primero lavé el pelo, luego los brazos y al final las piernas. No olvido el grito que eché cuando dejé caer el agua fría del bote de crema Alpura a mi espalda, y quizá sea muy sensible ahí o algo, porque lo sentí demasiado extremo para alguien que suele tomar baños con agua directamente hirviendo, como si fuera una bruja de la época medieval a punto de que la quemaran viva.

Pensé por un momento sobre las consecuencias de tomar este baño, y que quizás me enferme de gravedad o de alguna tos, de las violentas que me suelen dar. Pero ya saben lo que dicen “Lo que no te mata no te hace más fuerte”, y no creo morir por un baño frío, pero estoy segura que me hará más fuerte. Mientras me secaba después de ocho minutos exactos de tortura pensaba en escribir este texto, cuando fui abruptamente interrumpida con esa molesta voz gruesa y rasposa que decía “¿Está ocupado?” era mi tío. Yo, toda ronca por no hablar con nadie en todo el día más que para gritar y discutir le dije una frase bastante común y sobrexplotada en mi casa “Está ocupado” Atinó a irse, pero el enojo que me daba al escuchar sus pasos y su voz no se me quitó por un buen rato, hasta ahora que escribo esto.

Fue una aventura, porque este tipo de cosas siempre son una aventura para mí, y me imagino a mi pequeña yo de siete años, ojerosa y con la piel maltratada viéndome con una sonrisa deforme de oreja a oreja, porque así era de pequeña, me veía muy demacrada como para ser una niña, y nada adorable. Podría decir que me veía como veinteañero universitario, todo descuidado porque ahora debe encargarse de su propia vida él y no sus padres, cosa curiosa porque actualmente me veo mucho más joven de la edad que tengo. A veces me siento como Batman, que rejuvenece mientras envejece. Y volviendo al tema del encuentro con esa niña extrovertida de antaño, me vería a los ojos y gritaría a todos los vientos que hay “¡Desafiaste al sistema! ¡Eso punketa, eso!” y correría a su escritorio decorado con todo tipo de stickers de series y películas, maltratados y descoloridos por la caída del agua que obviamente tiraba por accidente. Soy el vivo ejemplo de la frase: “La curiosidad mató al gato”, sin embargo, no he muerto todavía. 

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