Una navidad más, como todos los años, en estas fechas normalmente estoy bastante emocionado, con el espíritu navideño a más no poder.
Era 24 de diciembre por la mañana. Toda la casa estaba totalmente alborotada, ya que tenían que hacer los preparativos para la cena. Yo, estaba feliz en mi cuarto, abriendo los regalos que me había robado de la cochera, los cuales habían sido cuidadosamente escondidos por mis padres el día anterior. No contaban con que yo me estaba haciendo el dormido cuando llegaron y no muy discretamente los colocaron en el supuesto lugar donde yo no los podría encontrar… ingenuos.
Primero escogí el regalo que se encontraba dentro de una gran bolsa negra (normalmente los regalos pequeños vienen en bolsas grandes para engañarnos), al abrirlo, me encontré con una pieza de ropa interior femenina, no, definitivamente, no era para mí.
Mi hermano llegó corriendo a mi habitación, y al llegar tan precipitadamente, se pegó con la esquina del buró, gimiendo y quejándose, por poco fui sorprendido en plena acción delincuente.
A mi habitación llegaban los diferentes aromas exquisitos provenientes de la cocina: ponche, ensalada de noche buena (aunque no me como el betabel), ensalada de manzana, camarones y romeritos… estaba ansioso que llegara la noche.
Así pasaron las horas y mi emoción crecía exorbitantemente con cada minuto, finalmente fui llamado a cenar y bajé ansioso de degustar tan exquisitos platillos.
Así lo hice, y después del tradicional brindis, los abrazos y los buenos deseos… estaba listo para mi plan maestro y culminación de la celebración…. Espantar a Santa.
Bien me había advertido mi madre que no me desvelara esperándolo. Aunque yo no sabía el por qué.
Mi primo Casimiro me había contado que si Santa te encuentra despierto no te deja ningún regalo.
Mi amiga Filomena me había dicho que la razón por la que no podía esperar despierto era que la magia de Santa junto con la luz del árbol atraía espíritus malignos los cuales no podían manifestarse a menos que estuviera presente un ser humano.
-¡Cuánto tarda!—Me dije a mi mismo mientras esperaba agazapado bajo mi manta de Mickey Mouse.
-¿Espíritus malignos?—pensé--- Nooo, no lo creo…
Así transcurrió mucho tiempo el cual pareció una eternidad, el tapete sobre el que estaba era bastante cómodo, y de repente, tuve la sensación de que me iba a quedar placenteramente dormido…
De repente, escuché un ruido y otro más y otro más. Lleno de miedo, no sabía qué hacer, reuní todo mi valor y cuando estaba a punto de levantar la manta para asomarme Santa Claus a mi lado me dijo.
-¡Uff! ¡Eso estuvo muy cerca!
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